La tristeza es la emoción que activa el proceso psicológico que nos permite superar pérdidas, desilusiones o fracasos. Nos permite establecer distancia con las situaciones dolorosas para impulsar la interiorización y cicatrización del dolor generado por ellas. Así mismo, el sentir tristeza, nos ayuda a empatizar con la tristeza de los otros y así crear redes de apoyo y consuelo.

La tristeza se manifiesta de múltiples formas y en diferentes niveles:

  • A nivel físico encontramos llanto, retardo psicomotor, rostro abatido, falta de apetito, problemas de sueño…
  • A nivel mental hay una focalización de la atención en la situación problemática, dificultad para mantener la mente en blanco, problemas de concentración, pensamientos intrusivos sobre la situación…
  • A nivel conductual la persona se encuentra desmotivada para realizar las tareas cotidianas y actividades sociales…

Cuando nos sentimos tristes nos replegamos sobre nosotros mismos, nos aislamos para iniciar el proceso de gestión de la emoción, este comienza con la generación de pensamientos alternativos sobre la situación traumática que nos ayudan a encajarla en nuestra vida e historia personal. Acto seguido se produce una reorganización de las conductas que emitimos para adaptarnos a la nueva realidad que nos toca vivir con nuestras pérdidas, desilusiones o fracasos.

Por tanto la tristeza es una emoción útil aunque dolorosa puesto que es el punto de arranque del proceso de aceptación de una realidad que nos daña.

¿Como enfrentarse a la tristeza?

Para poder gestionar esta emoción, es fundamental identificar la presencia de la misma, ser conscientes de ella, del cansancio y de la apatía que la acompaña.

Aceptarla, la tristeza no es signo de debilidad, debemos permitirnos estar tristes, contrariamente a lo que nos dicta la sociedad de control emocional.

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